Por Héctor Hermosillo.- Un señor muy exigente mandó plantar dos arbolitos de esos que le nacen las ramas desde la base del tronco. Esos que nacen acá, yo en mi rancho no los conocía; son arbolitos muy curiosos porque las ramas salen desde abajo y forman algo muy bonito, como una cebollita. Los trabajadores que plantaron los árboles agarraron las tijeras y lo mocharon todo y lo dejaron muy bonito, arriba redondo, pero abajo el tallo estaba pelado, de hecho como tres o cuatro tallos. Cuando el dueño los vio, dijo: «¡ah! estos árboles no pasan el control de calidad» y lo que hizo fue mandarlos a sacar y tirarlos a la basura.
Esos árboles merecían ser tirados a la basura y ser hechos leña, ya que el dueño no los quería, pero mi amigo Miguel, el dueño de la compañía y vecino mío, tuvo misericordia de esos árboles y no los arrojó al fuego ni los hizo leña. Lo que hizo fue que los llevó a su casa y al ver mi interés me los regaló. Estábamos muy contentos con esos arbolitos, pero a los tres o cuatro días todas las hojitas se le cayeron, y estaban literalmente todos secos, feos, eran árboles grandes como de tres metros, frondosos por encima y por abajo todos mochados; cada día salíamos, les echábamos agua, vitaminas, les movíamos la tierra y nada. De repente aparecieron unas hojitas en la base, ya venían esos tallos que nacen desde la base del tronco y algunas hojitas verdes por aquí, otras por allá, y esas hojitas eran como promesas de que el árbol todavía estaba vivo y que el creador y sustentador de todo lo que existe prometía darles vida.
Esta historia es muy ilustrativa porque esos arbolitos recibieron misericordia, el dueño había determinado cortarlos y quemarlos, lo que no se hizo; eso es misericordia, no se hizo lo que estos árboles ya dañados merecían, pero cuando fueron transplantados, aun a pesar de todo lo que nosotros pudimos hacer por ellos, Dios les dio vida, les dio nutrientes y finalmente permitió que reverdecieran, en otras palabras les dio lo que ya no merecían porque eran considerados desperdicio, basura, leña. Misericordia es darles lo que no se merecen; gracia es darles la vida, los nutrientes y la oportunidad de vivir.
Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio, habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad. (1 Timoteo 1: 12-13)
Los árboles no se cortaron porque se tuvo misericordia de ellos, pero la gracia fue la capacidad de Dios de darles vida otra vez. Veamos la relación entre la ley y la gracia, entre recibir misericordia y recibir la gracia de Dios. Observen el verso 12 y 13.
«Qué fue lo que hizo Pablo según la ley? Un blasfemo, un perseguidor, un injuriador, respiraba amenazas de odio contra los discípulos de Jesucristo, odiaba que esta nueva religión amenazara la tradición de los judíos, y él se propuso acabar con todos los discípulos de Jesucristo hasta que un día en el camino a Damasco una gran luz del cielo le rodeó, cayó a tierra de su caballo y escuchó una voz: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?», dura cosa es dar golpes contra el aguijón; Pablo le pregunta quién era y el Señor le responde: «Yo soy Jesús a quien tú persigues» (Hechos 9.4-5). Pablo había maltratado a la misma iglesia de Jesucristo, pero dice que se le tuvo por fiel y que se le instaló en el ministerio, «mas fui recibido en misericordia porque lo hice en ignorancia, en incredulidad».
Me recuerda cuando yo fui invitado a dirigir la congregación. Estaban buscando a un pastor con pedigrí y lo único que se encontraron fue a un pastor cruzando la calle; todas y cada una de las cosas que la posición requería, pues yo no las tenía, que fui músico por no estudiar, cientos de personas habían aplicado y yo ni había aplicado; a mí me fueron a buscar. Literalmente se cumplió este texto, se me tuvo por fiel y se me colocó en un ministerio que ni merecía, ni hice nada por ganarlo, fue la pura demostración de la gracia de Dios; mientras la ley me encontró muy corto, muy pequeño, yo recibí la preciosa oportunidad de estar delante de mi congregación.
Dios nos tiene por fiel y dice en el verso 13 que habiendo sido todas estas cosas, fue recibido en misericordia porque lo hizo en la ignorancia. Cuando Jesucristo estaba en la cruz rodeado de fieras que buscaban acabar con su vida, Él oró al Padre y le dijo: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» (Lucas 23.34). Entonces, no saben, ignorancia; Padre, perdónalos, oración; parece que la oración de Jesucristo y la ignorancia de los pecadores alarga, retrasa la ira y el día del justo juicio de Dios,; en otras palabras, el hecho de que nosotros hagamos las cosas por ignorancia es una oportunidad que Dios nos da para recapacitar y considerar el gran amor que Dios tiene para con nosotros: «Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (Romanos 5.8).
La ley nos condena, pero nos lleva a recapacitar y recibir la gracia de Dios en Jesucristo. Entonces el evangelio es esencialmente transformador.
Fuente: Líder Visión